miércoles, 9 de marzo de 2011

El conflicto árabe traspasa fronteras

Banderas que ondean por la libertad. Gritos unánimes que van desde Marruecos hasta Turquía. Las mismas palabras repetidas una y otra vez, el cambio político impreso en ellas. Algo empieza a cambiar en el mundo árabe, que vive una de las etapas más importantes de su historia reciente. Las revueltas claman por la consecución de la libertad y la democracia, elementos ausentes a lo largo de los últimos años en muchos de ellos, y que han hecho que la economía, la sociedad civil, y en general, el nivel de vida de la población, se desestabilice.
Túnez fue el primer país en alzar la voz. Tras la muerte de un joven tunecino a causa de las heridas que tenía tras al quemarse a lo bonzo, en el país comenzó a germinar la semilla de la revolución. Éste salió a la calle, manifestándose contra los altos índices de paro registrados entre los más jóvenes, y gracias a la presión ejercida sobre el gobierno, el dirigente Ben Alí abandonaba el cargo.
Egipto tomó el relevo, obteniendo de nuevo la caída de su gobierno gracias a la salida de Hosni Mubarak el pasado 11 de febrero. Ahora, la justicia egipcia le ha prohibido abandonar el país, mientras se investigan sus cuentas, de momento congeladas.
Otros países todavía no han obtenido esta «recompensa», a pesar de la presión civil que se ejerce dentro de las fronteras de sus países, como en Marruecos, donde las protestas han sido duramente sofocadas, unidas a los enfrentamientos que se produjeron en la ciudad saharaui de Dajla, en la celebración del 35º aniversario de la proclamación de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), reconocida por la Unión Africana pero no por la ONU.

Fuente: 20minutos

Argelia es otro de los escenarios donde las duras medidas de seguridad impuestas por el ejecutivo impiden las marchas por la democracia. O hasta en Bahrein, donde la mayoría chiita ha conseguido que se produzcan remodelaciones en el Gobierno de la dinastía sunita Al Jalifa, presente desde hace más de dos siglos en el poder.
Caso aparte es el de Libia, donde tras 42 años de mandato, Gadafi, su dirigente, se aferra al poder hoy más que nunca. La dura represión que sufren los manifestantes, la toma de las diferentes ciudades por parte de los rebeldes, o los miles de muertos tras los enfrentamientos son sus claves.
Muchos mandatarios de la comunidad internacional apoyan estos cambios de gobierno, los que antes no habían sido considerados, al menos de manera pública, como dictaduras.Pero estas revoluciones son las revoluciones del pueblo, y es él quien tiene ahora la palabra. En el barrio de Salamanca, la población árabe es reducida, pero esto no supone una condición que impida el pronunciamiento de los mismos, unido a las opiniones de algunos vecinos españoles de la zona.

La voz de los exiliados

La mayoría de la población árabe del barrio coincide en la necesidad de que Estados Unidos no se entrometa, ya que, como expresa Alí, persa de 43 años regente de un kebab en la plaza de Manuel Becerra, «sólo les interesa el negocio, no saben bien a lo que se enfrentan ni conocen a fondo los ejércitos de cada país». «Sólo quieren el petróleo», sentencia.«Los grandes líderes, que llevan tantos años como Gadafi, tienen que caer, ya es hora», comenta un tunecino de 39 años que prefiere no dar su nombre. «La democracia es un derecho», prosigue.
La opinión general tiene muy claro el papel de Europa en estas revueltas: «No le gusta lo que está pasando, porque busca la compra de recursos naturales baratos, y esto le va a afectar», expresa Alí.
Said, natural de Argelia, cristiano y de la asociación árabe «Crema», cree que la necesidad de expresión es la verdadera ganadora. «Los que han pagado con su vida esta libertad permanecerán en la memoria», aclara. Y continúa: «El musulmán ha llegado a tener miedo de su propia voz, pero ahora sabe que él puede decidir, sin que los demás decidan por él».
Alí reflexiona sobre estos países, y con cierta pesadumbre, expresa: «Muchas personas morirán en estas revueltas, pero también lo hará Gadafi», opina. Bajo su visión, «una de las cosas más importantes es el dinero que hay siempre detrás, y es el que mueve a todos los dirigentes». Además, añade, no cree que estas revueltas triunfen en todos los países, ya que algunos como Persia, Irán o Turquía «tienen un gobierno muy fuerte».

Fuente: Última hora 

Marruecos es diferente. La población del norte de África en el barrio de Salamanca tiene muchas más reservas para hablar de su país. No parece que apoyen una revolución, al menos de forma pública, a la vez que otorgan el máximo apoyo al rey, como apunta Mohammed, de 26 años, y 3 de estancia en Madrid.Quizá el miedo o la resignación se hayan instalado en sus casas. O quizá la falta de entendimiento y comprensión de la cultura árabe por parte de occidente hace que la visión de unos y otros diste en gran medida como lo hace.
Los vecinos del barrio poseen criterios sobre lo que está pasando en estos países, aunque la solución sea algo más difícil de plantear. Para ellos, el hecho de que en Egipto o Túnez la población estuviera mucho más unida, ha resultado ser un elemento determinante a la hora de obtener el triunfo. La relación con la oposición o la represión a la que se ha sometido a los manifestantes también han jugado un papel muy importante, pero aunque las revueltas no triunfen, «pueden suponer una llamada de atención a sus dirigentes» expresa Belén, una joven de 23 años en busca de trabajo.
La globalización se acerca a estos países, que con un nivel de vida algo más bajo, luchan para conseguir la democracia. «El avance de la ideología democrática es fundamental para mejorar la calidad de vida de esas regiones, pero aún es pronto para pronosticar resultados», aclara David, un joven del barrio de 25 años y licenciado en periodismo.
El mundo árabe está cambiando, «la gente ve que hay otra forma de vivir y de crecer», comenta Javier, trabajador de 23 años. «Las universidades acogen cada año a más estudiantes, y en gran medida, ahí está el germen de la revolución. No basta con tener ganas de cambio, hay que saber cómo llevarlo a cabo. Y el Magreb, en esto, está dando una lección al resto», apunta.

El camino hacia la democracia

Los vecinos, además, afirman que no todos los países están preparados para una democracia, aunque Roberto, de 56 años, sugiere: «No creo que se necesite mucha preparación. Siempre puede haber tutelas a nivel internacional para ayudar a establecer una democracia». Pero David va más allá, y reflexiona: «Todos los países pueden estar preparados, pero, ¿A quién le interesa que ocurra? Alguien se beneficiará siempre de lo que pase, sea bueno o malo». En palabras de Javier: «Pueden instaurar una democracia, pero con peculiaridades. No se puede pretender extrapolar la de Estados Unidos o la de España, puesto que las edades son diferentes, igual que la cultura, los partidos políticos, la representación...».
Se deduce, entonces, que el cambio es posible, pero ¿En qué países? Los vecinos del barrio de Salamanca no creen que éste pueda darse en el vecino Marruecos, «un gobierno muy protegido por occidente», destaca José, funcionario de 40 años. «Hay mucho enraizamiento de la figura del rey», dice Roberto. «La monarquía no está tan desprestigiada como en otros países», añade Ana, una publicista de 33 años.
Y en Libia, a pesar de los miles de muertos producidos tras las revueltas, la población sigue luchando para que Gadafi abandone el poder. «Los opositores están empezando a controlar la situación», comenta Roberto. Javier opina: «Habrá cambios, pero no sé si con una guerra civil de por medio. Si el ejército se pasa al lado rebelde, entonces el Gobierno caerá en bloque».
En Argelia, en cambio, «puede haber gestos a través de cambios políticos de cara al público, pero las protestas no tienen tanta fuerza. Además, el nivel de vida es superior», opina Roberto. «El gran problema al que se enfrenta es el auge del integrismo islamista que está desembocando en una radicalización de su juventud», comenta David.

Fuente: RTVE

Se hace necesario reflexionar sobre el futuro de estos países árabes, donde el cambio se está produciendo, pero donde todavía queda mucho por hacer. «Unos conseguirán la libertad, otros correrán el peligro de islamizarse», sentencia José. «Supongo que a través de productos como el petróleo y una mayor transparencia, irán abriéndose poco a poco, pero la región árabe es toda una incógnita por su aislamiento», comenta David.
«Muchos dirigentes han perdido el sentido común, pero gracias al impulso de las redes sociales y a la unión del pueblo, podrán conseguir las mejoras que buscan», declara Ana, y finaliza con una pequeña reflexión: «Israel es la gran perjudicada. Ya no será la única «democracia» de la zona y tendrá que negociar duramente, sobre todo con Egipto, que antes la había estado beneficiando. También es una oportunidad para repartirse las riquezas del país y subir posiciones en cuanto a economía global».